martes, 20 de mayo de 2014

(1) Preparación de navegantes de agua dulce


Estábamos unos cuantos y cuantas en Kalkan (sur de Turquía) allá a finales del mes de octubre pasado, dedicados al dolce far niente cuando Álvaro nos habló de la posibilidad de alquilar un barco y pasar unos cuantos días de un lado para otro. Contaba con su experiencia pues hace algunos años, Beni y él habían recorrido un tramo del Canal du Midi, en el sur de Francia. 

 Parece ser que sobre el siglo XVII  proliferaron en Europa este tipo de canales para mantener el tráfico fluvial, ya que los ríos necesitaban un mantenimiento más complicado. Hay que tener en cuenta que todavía no existía el tren ni vehículos a motor, por lo que la navegación fluvial era totalmente imprescindible para mantener las relaciones comerciales. Así, como se ve en el mapa sacado de la Wikipedia, se unen el Atlántico y el Mediterráneo sin tener que dar la vuelta a la península Ibérica donde, aparte de todo, los barcos podían encontrarse con verdaderos piratas, sobre todo por el estrecho de Gibraltar. El Canal del Mediodía es la línea azul del mapa anterior. Nuestro recorrido irá de Colombiers a Carcassonne, con una pequeña incursión en el canal de la Robine para visitar Narbonne.


Parece ser que Luis XIV,  necesidades económicas y políticas aparte, se vió compelido a marcar su reinado con esta obra imperecedera (ay vanitas, vanitatis) para poner en práctica una vieja quimera de los gobernantes franceses: la construcción de una vía navegable que permitiera la comunicación interna entre las dos costas del sur del país. La obra se llevó a cabo entre 1666 y 1681 con nada menos que unos 12.000 obreros y el ingeniero que la proyectó se hizo con el título de Barón de Bonrepos. Hasta que, ya en el siglo XX, se reemplazaron por motores, las gabarras eran propulsadas por caballos desde la orilla. Quien quiera más información que busque aquí.



Ahora, donde había gabarras y caballos hay, qué raro, mogollón de turistas, y el Midi es una industria floreciente donde se producen hasta atascos de barcos, sobre todo en las numerosas esclusas.


Bueno pues como tampoco nos hace falta animarnos mucho para meternos en faena, le encargamos a Álvaro que, ya que había tenido la idea, la materializase para conseguir que unos meses más tarde estemos ya en la rampa de salida para iniciar la navegación dentro de unos días. Y esperamos tener imágenes tan sorprendentes como ésta.

Estos, o parecidos a estos, son nuestros barcos: El Pennichette 1400FB de 14 metros

Interiormente, cuenta con cuatro dormitorios dobles y tres baños: 



 y el Haines 40
En este último dormirán seis personas.


La verdad es que los barcos parecen estupendos. Otra cosa es que, a pesar de lo que asegura Álvaro, seamos capaces de llevarlos aunque el hecho de que no haga falta ningún tipo de permiso para ello y la velocidad máxima de crucero sea de 8 kms a la hora, nos tranquiliza. Además, nos ha asegurado que el canal tiene una profundidad media de poco más de metro y medio por lo cual lo que vamos a hacer es cualquier cosa menos una actividad de riesgo, salvo algún tropezón al pasar alguna esclusa o con las orillas del canal.

A los que estábamos tomando el sol en la cubierta del Yidliz2 en Turquía se nos añaden ahora unos buenos fichajes, siempre bienvenidos: 

Un gran chófer  y  mejor cocinero con la gestora de fondos más eficaz.

Nuestra querida Porota, siempre con las pilas puestas para amenizar las veladas



y los amigos del sur muy sur, Oga y Víctor,  a los que ya echábamos de menos y con los que tan buenos ratos hemos compartido.




ENCUENTRO PREPARATORIO EN LAS TIERRAS DE MONTERREY

Para sortear las habitaciones y organizar los últimos detalles se organizó un fin de semana en las tierras de Monterrey aprovechándonos de la infinita hospitalidad de nuestros dos anfitriones, Manolo y la teniente O' Neill.


Allí nos plantamos los once (sólo faltaban los canarios) en una casita estupenda que, por cierto, está en venta.


Aunque alguno no nos recibió del todo bien. Jomer recelaba un poco de tanto barullo.



En su favor hay que decir que no estaba por la labor de compartir a sus amos, especialmente a su ama. 
La mañana del sábado salió con niebla y lluviosa pero, con la esperanza de que al final siempre escampa nos dirigimos al parque natural de O Invernadeiro.

Una verdadera sorpresa para la mayoría, que no lo conocíamos. El verde reventón de los árboles poniéndose a tono con la primavera contrastaba con el brezo de las laderas.

Previamente, un agente del parque nos había explicado el duro trabajo de hace unos años, cuando montones de jornaleros trabajaban a destajo para conseguir, entre otras cosas, arrancar las raíces del brezo, los torgos, para fabricar carbón.

El parque es hoy una delicia, con un entorno protegidísimo, donde se hacen repoblaciones controladas y vive una fauna variada que están a salvo de las escopetas de los cazadores.

Recorrimos un sendero de unos 11 kms en medio de un paisaje espléndido . El verde de la foto anterior no se ha retocado: era tal cual...una pasada.

La mitad del camino fue una subida con una pendiente sostenida aunque no muy complicada.


Lo bueno es que la lluvia fue dejando paso, muy poco a poco, al sol y a partir de la una ya cambió el panorama con lo que pudimos apreciar mucho mejor toda la zona.

Ya el domingo nos ceñimos al entorno inmediato y subimos al castillo y a la atalaya de Monterrey, fortalezas defensivas que en el pasado protegían la zona de los posibles invasores portugueses. Es por eso que los cañones apuntan directamente al país vecino.

Aquí estamos en la puerta del albergue de peregrinos, que estaba cerrado. En realidad, poco vimos del castillo de Monterrey que algunos ya conocíamos, porque está en obras, supuestamente para hacer un pequeño parador y cerrar el que se encuentra a tan sólo unos pocos metros.


La atalaya está un poco maltrecha, la pobre.
Se encuentra muy próxima al castillo y debía formar parte de toda la estructura defensiva de la zona.


Y como no todo va a ser pasear, en la siguiente foto se demuestra que el comercio y el bebercio también formaron parte importante del fin de semana: es decir, que nos pusimos como el kiko. Estos eran sólo los aperitivos, ya que después dimos cuentas de unas verdinas con almejas y langostinos que la culler de Manolo bordó....casi se nos caían las lágrimas. Todos volvimos a casa con un maravilloso táper para poder seguir disfrutándolas al día siguiente.


No hay más que ver la generalizada cara de felicidad de los presentes.


Y la siesta monumental de algunos (y hubo más) porque luego había que traer los coches hasta casa.

En cuanto al sorteo de las habitaciones de los barcos, se verificó en la noche del viernes, ante unas deliciosas caipirinhas y con la mano inocente de Porota que tenía habitación previamente asignada.
 Se llevó a cabo con toda pulcritud formal y documental, de manera que fue inapelable y no hubo lugar a ninguna impugnación. El resultado, seguido en directo telefónico por los canarios, fue que en la pennichette o barco grande (el de arriba en la foto) van además de Poro en las literas (1+1) y Alfonso y Fely en el dormitorio de al lado, el cocinero, la teniente,  y el de Gamonal y la parienta en los dos dormitorios de proa. 

En el barco de abajo, el Haines, van Álvaro y Beni en la proa y los canarios y Paco y Marién en la popa. Alfonso ejercerá de capitán del llamado barco grande y Álvaro del pequeño. Habrá que agenciarles las correspondientes gorras apropiadas al cargo.                          
Así que ya está el pescado vendido. Las fotos del fin de semana están aquí.
El día 10 a las seis de la mañana, todos preparados para pillar el avión a Barcelona, donde ya estarán esperándonos Victor y Oga para unirse al grupo........qué ganas!
Seguiremos contando cosas si pillamos wifi y, si no, habrá que esperar a la vuelta.

lunes, 19 de mayo de 2014

(2) ¡Al abordaje! (de Colombiers a Beziers)

 4 de la tarde del sábado 10 de mayo en Colombiers, sureste de Francia, para iniciar la singladura.
Ese era el compromiso y allí estuvimos todos. Reunir a trece personas de Vigo, Redondela, Nigrán, Baiona, Pontevedra y Las Palmas en el aeropuerto de Barcelona para salir pitando en autobús hacia el puerto fluvial mencionado exige una cierta logística, sobre todo si el grupo mayoritario salía del aeropuerto de Santiago pero regresaba al cabo de una semana al de Vigo, lo que impedía utilizar vehículos privados. Hubo que recurrir a un bus y los canarios salir el día anterior, pero allí estábamos y con el buen aspecto que en la foto muestran Paco, Manolo y Víctor.
 Nosotros no fallamos, cierto, pero sí la empresa contratada para llevarnos en un microbús al lugar de destino. Que si la fórmula 1 en Montmeló, que si gaitas. El caso es que no estaban, hubo que llamarlos, retraso de una hora y al final salimos tarde y en dos furgonas. Cosas del directo, qué se le va a hacer. Por ello, para estar a su hora en el puerto, nos dividimos: un grupo fue sin parar para hacerse con los barcos-papeleo y clase con instrucciones mediante- y el segundo se detuvo en un hiper para hacer la megacompra, necesaria para tanta gente una semana y de vacaciones. A lo mejor nos pasamos, y la prueba es que sobró.



 En el puerto contactamos con la empresa propietaria y tras algunas firmas y muchas pasadas de tarjeta de crédito por la maquinita correspondiente (una francesa nos dijo que si se la prestábamos, ya que el crédito parecía inacabable), pasamos a tomar posesión de nuestros buques.

Un empleado llegó al rato para impartir las instrucciones correspondientes, bastante someras e incluso hicimos unas pruebas en el entorno del puerto. Dado lo que vino después quizás hubiera sido deseable una clase algo más completa y magistral.


 Habíamos contratado dos barcos: el Ravel (arriba), un poco más pequeño y de diseño moderno, en el que iban a ubicarse seis pasajeros (Mariém, Ogadenia, Beni, Víctor, Paco y Álvaro, capitán por aclamación y único con experiencia en la materia). En el Tournesol (abajo), más grande (14 metros) con el formato clásico de las "penichettes" los siete restantes: Fely, Porota, Mariajo, Ana, Manolo, Juanma y Alfonso, el capitán. Huelga decir que el reparto se resolvió por riguroso sorteo.


 Hacía calor en esa tarde de sábado, pero fue casi el único momento del viaje en el que lo tuvimos. Acelerados, se llevó a cabo la prueba, descargamos nuestras viandas, comprobamos que las toallas con las que contábamos no existían (solución imaginativa inmediata, por supuesto, por aquello de secarse tras la ducha) y rápidamente nos pusimos en marcha hacía Beziers.


De entrada la cosa fue bien, con Alfonso a los mandos, y a su lado el bichero 2º (dícese del que maneja el bichero o o palo con el te separas de otros barcos al atracar o de los muelles, puentes o demás salientes de las esclusas; lo de 2º es por aquello del escalafón: Manolo se convirtió en 1º, debió sacar mejor número en la oposición), que ejercía de sustituto en sus descansos. 


En el otro lado Víctor, Paco y Beni también pilotaron lo suyo. 

Hacía viento pero la cosa fue marchando, aunque con algunos sudores por parte de Alfonso...que en su vida se había visto en tamaña circunstancia, y de los demás. Motivo: el fuerte viento llevaba el barco donde quería, por lo que chocamos-impactamos-tropezamos-colisionamos con tierra en varias ocasiones. Nos acordamos de las veces que Álvaro nos había dicho que estos barcos eran muy fáciles de llevar y que por eso los alquilan sin requisito alguno. Desde luego, esa tarde y como primera impresión no nos lo pareció.


 El reparto de funciones no quiere decir que el resto de la plantilla estuviera ociosa, como se irá comprobando: había que tirar cabos, recogerlos desde tierra (lo que implica bajarse previamente y un atraque parcial) y asuntos varios. Vamos, que tiempo libre no tuvimos demasiado.

 El alquiler incluyó tres bicicletas ya que junto al canal hay un camino, apto también para caminar lo que se quiera.
 La etapa a Beziers fue fundamentalmente, además de para fogearnos, para ver las esclusas de Fontserannes que forman el mayor conjunto de todo el Midi:

 nada menos que ocho unidas para salvar un gran desnivel, por medio de un proceso lento que no conocimos ya que a la mañana siguiente nos dimos la vuelta para seguir la ruta que Álvaro había diseñado con la experiencia que le daba haber viajado por el canal unos años antes. 





 En Beziers vimos las esclusas e hicimos un poco de turismo en esta población, aunque al final no nos dió tiempo a subir a la parte de arriba.


 En la foto inferior el puente que se ve al fondo... no es un puente ¡Es el canal cruzando por encima del río Aude! En varias ocasiones pasamos por encima de ríos o incluso de carreteras, y resulta de lo más extraño, como que algo no está bien situado.

 Mientas caminábamos hacia la ciudad, en las afueras, vimos de lejos como tres adolescentes eran sorprendidos robando dos bicis en una casa con finca. Pudieron huir con una y el dueño salió en su persecución en coche. Unos minutos después los había pillado y obligaba al ladrón a volverla a dejar en donde la cogió. Le dimos la enhorabuena por gestos.

 Tras una primera cena en un restaurante local, decorado con motivos taurinos (¡vaya por dios!) y con la camarera hablando algo de español (fue algo habitual, estamos cerca de España) por primera vez nos ofrecieron sepia, en este caso con curry, y la tomamos en más sitios. Cenamos bien, como fue la tónica en todo el viaje.Estábamos bastante cansados pues nos habíamos levantado entre las cuatro y las cinco de la mañana.


Después regresamos para pasar la primera noche en el barco. El incidente de las bicis nos había dejado un poco moscas: teníamos tres en los barcos y no recordábamos haberlas candado. Sin embargo, a la vuelta allí estaban, pero a partir de entonces siempre quedaron bloqueadas.

En la cubierta del barco, antes de domir, echamos unos chinos o chinchimonis, lo que se convertiría en un rito de riguroso cumplimiento. Lo que Juanma lleva en la cabeza es una linterna, ya que ese día estuvimos fuera: los demás hacía mucho viento y echamos las partidas en el interior, en nuestro confortable salón.
Bueno, confortables eran los dos barcos, aunque por motivos evidentes elegimos una gama media.


Aquí tenéis una muestra de los dormitorios, uno de ellos con literas en las que sólo dormía Porota.

Y la catedral de Beziers (Saint Nazaire, una joya gótica) iluminada por la noche, imagen que nos acompañó en nuestro regreso.