4 de la tarde del sábado 10 de mayo en Colombiers, sureste de Francia, para iniciar la singladura.
Ese era el compromiso y allí estuvimos todos. Reunir a trece personas de Vigo, Redondela, Nigrán, Baiona, Pontevedra y Las Palmas en el aeropuerto de Barcelona para salir pitando en autobús hacia el puerto fluvial mencionado exige una cierta logística, sobre todo si el grupo mayoritario salía del aeropuerto de Santiago pero regresaba al cabo de una semana al de Vigo, lo que impedía utilizar vehículos privados. Hubo que recurrir a un bus y los canarios salir el día anterior, pero allí estábamos y con el buen aspecto que en la foto muestran Paco, Manolo y Víctor.
Nosotros no fallamos, cierto, pero sí la empresa contratada para llevarnos en un microbús al lugar de destino. Que si la fórmula 1 en Montmeló, que si gaitas. El caso es que no estaban, hubo que llamarlos, retraso de una hora y al final salimos tarde y en dos furgonas. Cosas del directo, qué se le va a hacer. Por ello, para estar a su hora en el puerto, nos dividimos: un grupo fue sin parar para hacerse con los barcos-papeleo y clase con instrucciones mediante- y el segundo se detuvo en un hiper para hacer la megacompra, necesaria para tanta gente una semana y de vacaciones. A lo mejor nos pasamos, y la prueba es que sobró.
En el puerto contactamos con la empresa propietaria y tras algunas firmas y muchas pasadas de tarjeta de crédito por la maquinita correspondiente (una francesa nos dijo que si se la prestábamos, ya que el crédito parecía inacabable), pasamos a tomar posesión de nuestros buques.
Un empleado llegó al rato para impartir las instrucciones correspondientes, bastante someras e incluso hicimos unas pruebas en el entorno del puerto. Dado lo que vino después quizás hubiera sido deseable una clase algo más completa y magistral.
Un empleado llegó al rato para impartir las instrucciones correspondientes, bastante someras e incluso hicimos unas pruebas en el entorno del puerto. Dado lo que vino después quizás hubiera sido deseable una clase algo más completa y magistral.
Habíamos contratado dos barcos: el Ravel (arriba), un poco más pequeño y de diseño moderno, en el que iban a ubicarse seis pasajeros (Mariém, Ogadenia, Beni, Víctor, Paco y Álvaro, capitán por aclamación y único con experiencia en la materia). En el Tournesol (abajo), más grande (14 metros) con el formato clásico de las "penichettes" los siete restantes: Fely, Porota, Mariajo, Ana, Manolo, Juanma y Alfonso, el capitán. Huelga decir que el reparto se resolvió por riguroso sorteo.
Hacía calor en esa tarde de sábado, pero fue casi el único momento del viaje en el que lo tuvimos. Acelerados, se llevó a cabo la prueba, descargamos nuestras viandas, comprobamos que las toallas con las que contábamos no existían (solución imaginativa inmediata, por supuesto, por aquello de secarse tras la ducha) y rápidamente nos pusimos en marcha hacía Beziers.
De entrada la cosa fue bien, con Alfonso a los mandos, y a su lado el bichero 2º (dícese del que maneja el bichero o o palo con el te separas de otros barcos al atracar o de los muelles, puentes o demás salientes de las esclusas; lo de 2º es por aquello del escalafón: Manolo se convirtió en 1º, debió sacar mejor número en la oposición), que ejercía de sustituto en sus descansos.
En el otro lado Víctor, Paco y Beni también pilotaron lo suyo.
En el otro lado Víctor, Paco y Beni también pilotaron lo suyo.
Hacía viento pero la cosa fue marchando, aunque con algunos sudores por parte de Alfonso...que en su vida se había visto en tamaña circunstancia, y de los demás. Motivo: el fuerte viento llevaba el barco donde quería, por lo que chocamos-impactamos-tropezamos-colisionamos con tierra en varias ocasiones. Nos acordamos de las veces que Álvaro nos había dicho que estos barcos eran muy fáciles de llevar y que por eso los alquilan sin requisito alguno. Desde luego, esa tarde y como primera impresión no nos lo pareció.
El reparto de funciones no quiere decir que el resto de la plantilla estuviera ociosa, como se irá comprobando: había que tirar cabos, recogerlos desde tierra (lo que implica bajarse previamente y un atraque parcial) y asuntos varios. Vamos, que tiempo libre no tuvimos demasiado.
El alquiler incluyó tres bicicletas ya que junto al canal hay un camino, apto también para caminar lo que se quiera.
La etapa a Beziers fue fundamentalmente, además de para fogearnos, para ver las esclusas de Fontserannes que forman el mayor conjunto de todo el Midi:nada menos que ocho unidas para salvar un gran desnivel, por medio de un proceso lento que no conocimos ya que a la mañana siguiente nos dimos la vuelta para seguir la ruta que Álvaro había diseñado con la experiencia que le daba haber viajado por el canal unos años antes.
En Beziers vimos las esclusas e hicimos un poco de turismo en esta población, aunque al final no nos dió tiempo a subir a la parte de arriba.
Mientas caminábamos hacia la ciudad, en las afueras, vimos de lejos como tres adolescentes eran sorprendidos robando dos bicis en una casa con finca. Pudieron huir con una y el dueño salió en su persecución en coche. Unos minutos después los había pillado y obligaba al ladrón a volverla a dejar en donde la cogió. Le dimos la enhorabuena por gestos.
Tras una primera cena en un restaurante local, decorado con motivos taurinos (¡vaya por dios!) y con la camarera hablando algo de español (fue algo habitual, estamos cerca de España) por primera vez nos ofrecieron sepia, en este caso con curry, y la tomamos en más sitios. Cenamos bien, como fue la tónica en todo el viaje.Estábamos bastante cansados pues nos habíamos levantado entre las cuatro y las cinco de la mañana.
Después regresamos para pasar la primera noche en el barco. El incidente de las bicis nos había dejado un poco moscas: teníamos tres en los barcos y no recordábamos haberlas candado. Sin embargo, a la vuelta allí estaban, pero a partir de entonces siempre quedaron bloqueadas.
En la cubierta del barco, antes de domir, echamos unos chinos o chinchimonis, lo que se convertiría en un rito de riguroso cumplimiento. Lo que Juanma lleva en la cabeza es una linterna, ya que ese día estuvimos fuera: los demás hacía mucho viento y echamos las partidas en el interior, en nuestro confortable salón.
Bueno, confortables eran los dos barcos, aunque por motivos evidentes elegimos una gama media.
Bueno, confortables eran los dos barcos, aunque por motivos evidentes elegimos una gama media.
Y la catedral de Beziers (Saint Nazaire, una joya gótica) iluminada por la noche, imagen que nos acompañó en nuestro regreso.
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