Estuvimos unas pocas horas en Lyon, la segunda ciudad francesa con permiso de Marsella, que la supera en población pero no en relevancia, aunque en el área metropolitana está delante Lyon. Escasamente veinticuatro y nos sirvieron para comprobar la buena salud de esta importante y agradable ciudad en la que la mayoría del grupo ya había estado nueve años antes, en 2012, cuando empezamos el camino francés a Santiago en Le Puy en Velais y también recalamos aquí una jornada.
Sabíamos que iba a estar a rebosar por lo difícil que había resultado reservar hotel, pero la realidad superó las previsiones. La ciudad estaba en la calle y la zona céntrica literalmente atestada de gente y de manera especial Le Vieux Lyon, la zona antigua.
Además, hacía buen tiempo y había actuaciones musicales por las calles, lo que daba un ambiente generalizado de fiesta. Nos espantó un poco tanta multitud y su escaso apego por las mascarillas, y quizás por ello salimos pronto de la parte vieja.
Al menos ese día por la mañana aclaramos un misterio: a la hora de reservar hotel nuestro sábado tenía un precio elevadísimo, casi el doble que el fin de semana anterior o el siguiente. Según nos contó el conductor del transfer que nos trajo desde Digoin, se celebraba esos días una feria bienal de gastronomía muy relevante y todos los hoteles estaban llenos. Justamente el día siguiente, domingo, iba a visitarla el presidente Macron y ya en España supimos que una persona le tiró un huevo provocando un importante altercado.
Ajenos a la feria, nos dedicamos a pasear por la ciudad intentando recordar los sitios que habíamos visto en nuestra anterior visita.
Tampoco olvidamos hacer un parada en la impresionante catedral de la ciudad, denominada de San Juan Bautista, construida entre los siglos XII y XV y nuevamente mezcla de estilo románico con el gótico. Precisamente en la plaza de la catedral había montado una especie de mercadillo medieval muy concurrido.
Lyon es una urbe muy plana, fácilmente paseable, con grandes avenidas y amplias zonas peatonales.
En plena ciudad confluyen los ríos Ródano y Saona, por lo que cuenta con numerosos puentes, algunos tipo pasarela peatonal como el de esta imagen que es la pasarela de San Vicente.
Estas pasarelas facilitan la movilidad y hay cuatro de un total de una docena de puentes sobre ambos ríos.
La siguiente imagen recoge una fachada que no es tal, solo un gran mural/trampantojo muy logrado en una medianera convencional.
Mientras pateábamos el centro empezamos a buscar donde cenar, con la intención de encontrar un lugar a la altura de la clausura del viaje.
Mientras tomábamos una caña en la plaza del Ayuntamiento, rodeada por sus cuatro esquinas de edificios oficiales de postín y con pinta de históricos, llegamos a la conclusión de que no estábamos en condiciones de elegir. Restaurante al que llamábamos estaba completo, por lo que todo se reducía a si podríamos encontrar donde cenar.
Mientras tratábamos de solucionar tan crucial cuestión, hubo tiempo para admirar la estatua de caballos de la plaza, cuyo nombre oficial es Place des Terreaux, obra de Frederic Auguste Bartholdi, nombre que a la mayoría no dice nada, pero que es también el autor de la famosísima estatua de la Libertad de Nueva York. Inicialmente iba a ser colocada en Burdeos, pero gajes de la vida terminó en Lyon. La mujer de la obra representa a Francia y los cuatro caballos los principales ríos del pais: Sena, Loira, Ródano y Garona.
Tras dar unas vueltas buscando restaurante acabamos en un libanés próximo a cambio de cenar a una hora un poco temprana, pero no había elección.
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En un banco a la salida del restaurante se fue montando una pequeña tertulia a medida que íbamos saliendo a la calle. |
Después ya solo nos quedaba regresar al hotel caminando para disfrutar de la noche y de Lyon iluminada.
Volvimos un poco sobre nuestros pasos para volver a la plaza de Terreux y verla iluminada.
También los puentes ofrecían una imagen espectacular con la iluminación, unido a una noche casi calurosa y llena de gente.
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Pasarelle du Collège |
Y ya a punto de salir del casco central era un espectáculo observar los barcos atracados en el río convertidos en las cocinas de enormes restaurantes cuyas mesas estaban colocadas en los paseos peatonales. Una imagen de normalidad y de vida que reconfortaba.
Una vez en el hotel, los trámites habituales para a primera hora de la mañana desplazarnos al aeropuerto y regresar a casa. Esta vez, sin incidencias.
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